Las tecnologías y los adolescentes:

Una puerta hacia el mundo o una barrera en el hogar

Por Elena D. Just

 

Nos enfrentamos a una nueva era donde las pantallas parecen haberse colado por cada rendija de nuestro día a día, como ese invitado que, sin anunciarse, se queda a vivir en el salón. No obstante, las tecnologías, no son ni buenas ni malas en sí mismas. Son herramientas poderosas que, cuando se manejan con sabiduría, pueden abrir puertas a mundos desconocidos, pero que también, mal gestionadas, pueden volverse muros invisibles entre padres e hijos.

 

Cuando hablo con niños y adolescentes, siempre me sorprende su habilidad para moverse en estos entornos digitales como si fueran nativos de un país en el que nosotros, los adultos, seguimos siendo turistas con un mapa anticuado. Pero ahí está la clave. Los niños y adolescentes necesitan guías, no policías. Y esa es una tarea delicada: caminar junto a ellos, no detrás ni por delante, sino a su lado, siempre desde el respeto, el amor y la dedicación, sin caer en la tentación de imponer o prohibir sin un propósito claro.

 

Existe la necesidad de poner límites firmes, pero siempre con afecto. Algo así como decir: "Hasta aquí llegas, pero no porque yo lo diga, sino porque te quiero lo suficiente como para protegerte de los peligros que todavía no ves". La tecnología es un océano vasto, y nuestros hijos, en muchas ocasiones, navegan sin brújula. Nuestra responsabilidad no es cortarles las alas, sino enseñarles a usarlas con prudencia.

 

Es curioso, porque cuando miro el uso que hacen de las redes, el móvil o los videojuegos, veo no solo una distracción, sino una búsqueda. Una búsqueda de identidad, de pertenencia, de conectar con sus pares, y aunque a veces se pierdan en ese viaje, no debemos olvidar que nosotros también tuvimos nuestras propias maneras de perdernos a su edad. Quizás no fue frente a una pantalla, pero las preguntas eran las mismas: ¿Quién soy?, ¿a dónde voy?.